Cristo Rey 2025

En este año celebramos con especial alegría el centenario de la instauración de la fiesta de Cristo Rey, establecida por el Papa Pío XI en la encíclica Quas Primas para recordar que Jesucristo es el centro y el Señor de la historia, el único que puede traer la verdadera paz y justicia al mundo.

Como miembros de la Iglesia y del Regnum Christi, queremos unirnos en oración y compromiso, pidiendo que el reinado de Cristo se haga presente en nuestro corazón y en el mundo entero, y que, siguiendo su ejemplo, trabajemos por una sociedad más justa, fraterna y solidaria.

Novena

Esta novena nos invita a renovar nuestra fe y a reconocer a Cristo como Rey de nuestras vidas, de nuestras familias y de la sociedad, acogiendo su Reino de verdad, amor y misericordia.

Día 1 - Rey esperado

V/. El Señor reina, vestido de majestad.
R/. El Señor reina, vestido de majestad.
V/. Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
R/. El Señor reina, vestido de majestad.

ORACIÓN INICIAL
Señor Jesucristo,
Rey del universo y de nuestros corazones, tú que viniste a reconciliarlo todo en ti y a instaurar el Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz, te reconocemos como nuestro único Señor. Queremos que reines en nuestras vidas, en nuestras familias y en la sociedad. Concédenos vivir en comunión fraterna, siendo corresponsables en la misión de hacer presente tu Reino con alegría, entrega y fidelidad. Haz que, siguiendo tu ejemplo de humildad y servicio, trabajemos por una sociedad más justa y fraterna, donde todos reconozcan tu señorío y encuentren en ti la verdadera paz.
Así sea.

EVANGELIO Lucas 1, 30-33
«Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».

REFLEXIÓN
Jesucristo es el Rey esperado, el Mesías prometido. Solo en Él se encuentra la verdadera luz, la esperanza de la salvación de un Dios que revela su majestad haciéndose presente en medio de nosotros, que muestra su rostro y habita en quienes le abren el corazón. «Si permanecemos en su amor, en efecto, Él mismo hace morada en nosotros, nuestra vida se convierte en templo de Dios, y ese amor nos ilumina, y va entrando en nuestra forma de pensar y en nuestras decisiones, hasta alcanzar también a los demás, iluminando todos los ámbitos de nuestra existencia» (Papa León XIV, 25 de mayo de 2025).
Así como en la Anunciación, ese Rey esperado sigue necesitando del sí de sus criaturas para establecer su Reino eterno en los corazones y en la sociedad.

ORACIÓN FINAL
Señor, danos un corazón puro para que podamos ver tu rostro, reconocerte y acoger tu Reino en nuestras vidas.

Cristo Rey nuestro
¡Venga tu Reino!

Día 2 - Rey pobre y humilde

V/. El Señor reina, vestido de majestad.
R/. El Señor reina, vestido de majestad.
V/. Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
R/. El Señor reina, vestido de majestad.

ORACIÓN INICIAL
Señor Jesucristo,
Rey del universo y de nuestros corazones, tú que viniste a reconciliarlo todo en ti y a instaurar el Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz, te reconocemos como nuestro único Señor. Queremos que reines en nuestras vidas, en nuestras familias y en la sociedad. Concédenos vivir en comunión fraterna, siendo corresponsables en la misión de hacer presente tu Reino con alegría, entrega y fidelidad. Haz que, siguiendo tu ejemplo de humildad y servicio, trabajemos por una sociedad más justa y fraterna, donde todos reconozcan tu señorío y encuentren en ti la verdadera paz.
Así sea.

EVANGELIO Mateo 2, 1-2
«Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, unos sabios del oriente llegaron a Jerusalén, preguntando: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella y venimos a adorarle».

REFLEXIÓN
En Jesucristo contemplamos el misterio de un Dios que, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cfr. 2 Cor 8,9). Asumiendo nuestra humanidad, Él comparte con nosotros su riqueza: la confianza ilimitada en Dios padre, y nos invita a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito (cfr. Rom 8, 29) «Dios es amor misericordioso y su proyecto de amor, que se extiende y se realiza en la historia, es ante todo su descenso y su venida entre nosotros para liberarnos de la esclavitud, de los miedos, del pecado y del poder de la muerte. Con una mirada misericordiosa y el corazón lleno de amor, Él se dirigió a sus criaturas, haciéndose cargo de su condición humana y, por tanto, de su pobreza. Precisamente para compartir los límites y las fragilidades de nuestra naturaleza humana, Él mismo se hizo pobre, nació en carne como nosotros, lo hemos conocido en la pequeñez de un niño colocado en un pesebre y en la extrema humillación de la cruz, allí compartió nuestra pobreza radical, que es la muerte» (Papa León XIV, Dilexi te, 16). Esta opción preferencial de Jesús por los pobres nos revela la majestad de un Dios que «se compadece ante la pobreza y la debilidad de toda la humanidad y, queriendo inaugurar un Reino de justicia, fraternidad y solidaridad, se preocupa particularmente de aquellos que son discriminados y oprimidos, pidiéndonos también a nosotros, su Iglesia, una opción firme y radical en favor de los más débiles». (Dilexi te, 16)

ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, Rey pobre y humilde, ayúdanos a reconocer nuestra necesidad de ti y a descubrir tu rostro en quienes sufren. Haznos “pobres de espíritu” para que confiados en ti seamos verdaderos testigos de tu amor hacia los más pequeños y necesitados.

Cristo Rey nuestro
¡Venga tu Reino!

Día 3 - Rey manso

V. El Señor reina, vestido de majestad.
R. El Señor reina, vestido de majestad.
V. Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
R. El Señor reina, vestido de majestad.

ORACIÓN INICIAL
Señor Jesucristo,
Rey del universo y de nuestros corazones, tú que viniste a reconciliarlo todo en ti y a instaurar el Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz, te reconocemos como nuestro único Señor. Queremos que reines en nuestras vidas, en nuestras familias y en la sociedad. Concédenos vivir en comunión fraterna, siendo corresponsables en la misión de hacer presente tu Reino con alegría, entrega y fidelidad. Haz que, siguiendo tu ejemplo de humildad y servicio, trabajemos por una sociedad más justa y fraterna, donde todos reconozcan tu señorío y encuentren en ti la verdadera paz.
Así sea.

EVANGELIO Juan 12, 13-15
«Tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito: No temas, hija de Sion; he aquí tu Rey, viene montado sobre un pollino de asna».

REFLEXIÓN
Con su entrada triunfante, pero humilde, a Jerusalén, Jesucristo nos enseña que su Reino no avanza con la fuerza de las armas ni del poder, sino con la mansedumbre de la verdad que convence desde dentro. La mansedumbre no es debilidad, sino una fuerza interior que vence el mal sin recurrir a la violencia. La majestad de Cristo es la mansedumbre del amor que se entrega, un amor tierno y cercano que no se impone, sino que atrae, transforma y conquista los corazones. «Se dice con verdad que Cristo reina en los corazones de los hombres porque, con su supereminente caridad y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie —entre todos los nacidos— ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús». (Pío XI, Quas Primas, 6.)

ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, haz nuestros corazones mansos y humildes como el tuyo, para que, rendidos a tu amor y revestidos con tu bondad y tu dulzura, seamos instrumentos de tu paz en el mundo y alcancemos la herencia de tu Reino.

Cristo Rey nuestro
¡Venga tu Reino!

Día 4 - Rey de justicia

V. El Señor reina, vestido de majestad.
R. El Señor reina, vestido de majestad.
V. Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno.
R. El Señor reina, vestido de majestad.

ORACIÓN INICIAL
Señor Jesucristo,
Rey del universo y de nuestros corazones, tú que viniste a reconciliarlo todo en ti y a instaurar el Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz, te reconocemos como nuestro único Señor. Queremos que reines en nuestras vidas, en nuestras familias y en la sociedad. Concédenos vivir en comunión fraterna, siendo corresponsables en la misión de hacer presente tu Reino con alegría, entrega y fidelidad. Haz que, siguiendo tu ejemplo de humildad y servicio, trabajemos por una sociedad más justa y fraterna, donde todos reconozcan tu señorío y encuentren en ti la verdadera paz.
Así sea.

EVANGELIO Mateo 25, 31-36
«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, con todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones se reunirán delante de él, y él separará a unos de otros, como separa el pastor las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí».

REFLEXIÓN
Cristo es Rey de justicia. Su ley es la caridad. Su modo de gobernar: la entrega total de sí mismo. La medida de su juicio: el amor al prójimo. En Cristo, la justicia se vive como misericordia y solidaridad, invitándonos a reconocerle y servirle en los más necesitados. Así, su majestad se revela en el poder del amor que transforma y dignifica a cada persona. «En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis». Esta palabra no termina nunca de conmocionarnos, porque nos revela hasta qué punto llega el amor de Dios: hasta el punto de identificarse con nosotros, pero no cuando estamos bien, cuando estamos sanos y felices, no, sino cuando estamos necesitados. Y de este modo escondido Él se deja encontrar, nos tiende la mano como mendigo. Así Jesús revela el criterio decisivo de su juicio, es decir, el amor concreto por el prójimo en dificultad. Y así se revela el poder del amor, la majestad de Dios: solidario con quien sufre para suscitar por todas partes comportamientos y obras de misericordia» (Francisco, Angelus, 26 de noviembre de 2017).

ORACIÓN FINAL
Jesucristo, Rey de justicia, haz que tengamos hambre y sed de tu justicia, para que sepamos reconocerte y servirte en los más necesitados, y así, saciados por tu amor, construyamos tu Reino en la tierra.

Cristo Rey nuestro
¡Venga tu Reino!

Día 5 - Rey de vida eterna

V. El Señor reina, vestido de majestad.
R. El Señor reina, vestido de majestad.
V. Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno.
R. El Señor reina, vestido de majestad.

ORACIÓN INICIAL
Señor Jesucristo,
Rey del universo y de nuestros corazones, tú que viniste a reconciliarlo todo en ti y a instaurar el Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz, te reconocemos como nuestro único Señor. Queremos que reines en nuestras vidas, en nuestras familias y en la sociedad. Concédenos vivir en comunión fraterna, siendo corresponsables en la misión de hacer presente tu Reino con alegría, entrega y fidelidad. Haz que, siguiendo tu ejemplo de humildad y servicio, trabajemos por una sociedad más justa y fraterna, donde todos reconozcan tu señorío y encuentren en ti la verdadera paz.
Así sea.

EVANGELIO Juan 18, 36-37
«Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí». Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?». Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad».

REFLEXIÓN
La realeza de Cristo va más allá de los parámetros humanos. «Jesús es Rey, pero su reino no es de este mundo. El mundo de Jesús, de hecho, es el nuevo, el eterno, que Dios prepara para todos dando su vida por nuestra salvación. Es el reino de los cielos, que Cristo trae a la tierra derramando gracia y verdad. El mundo, del cual Jesús es Rey, redime la creación arruinada por el mal con el poder del amor divino que libera y perdona, que da paz y justicia» (Francisco, Angelus, 24 de noviembre de 2024).
El reino de Cristo es el amor. Es un reino espiritual, que se encarna en el mundo y anhela imperar en nuestros corazones para darnos vida eterna. «Pero esto es posible sólo porque no es la soberanía de un poder político, sino que se basa únicamente en la libre adhesión del amor; un amor que responde al amor de Jesucristo, que se ha entregado por todos» (Benedicto XVI, Domingo de Ramos, 5 de abril de 2009).

ORACIÓN FINAL
Jesucristo, ayúdanos a vivir según la verdad de tu reino que nos invita a ir más allá de la lógica y las seguridades humanas, a ser valientes y creativos, y permanecer en tu amor para hacerte presente en el mundo.

Cristo Rey nuestro
¡Venga tu Reino!

Día 6 - Rey redentor

V. El Señor reina, vestido de majestad.
R. El Señor reina, vestido de majestad.
V. Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno.
R. El Señor reina, vestido de majestad.

ORACIÓN INICIAL
Señor Jesucristo,
Rey del universo y de nuestros corazones, tú que viniste a reconciliarlo todo en ti y a instaurar el Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz, te reconocemos como nuestro único Señor. Queremos que reines en nuestras vidas, en nuestras familias y en la sociedad. Concédenos vivir en comunión fraterna, siendo corresponsables en la misión de hacer presente tu Reino con alegría, entrega y fidelidad. Haz que, siguiendo tu ejemplo de humildad y servicio, trabajemos por una sociedad más justa y fraterna, donde todos reconozcan tu señorío y encuentren en ti la verdadera paz.
Así sea.

EVANGELIO Mateo 27, 27-29
«Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!».

REFLEXIÓN
Cristo tiene derecho a reinar sobre todas las criaturas, no sólo porque es el Hijo de Dios, sino también porque nos ha rescatado con su sangre (Quas Primas, 12). «Él abrazó nuestra muerte, nuestro dolor, nuestra pobreza, nuestras fragilidades y nuestras miserias. (…) Se hizo siervo para que cada uno de nosotros se sienta hijo, pagó con su servidumbre nuestra filiación. Se dejó insultar y que se burlaran de él, para que en cualquier humillación ninguno de nosotros esté ya solo. Dejó que lo desnudaran, para que nadie se sienta despojado de la propia dignidad. Subió a la cruz, para que en todo crucificado de la historia esté la presencia de Dios. Este es nuestro rey, rey de cada uno de nosotros, rey del universo, porque Él cruzó los más recónditos confines de lo humano; entró en la oscura inmensidad del odio, en la inmensa oscuridad del abandono para iluminar cada vida y abrazar cada realidad» (Francisco, Homilía, 20 noviembre 2022).

ORACIÓN FINAL
Jesucristo, Tú que abrazaste nuestro pecado para redimirlo, haznos capaces de acompañar y consolar a los que sufren, y de sentir un verdadero dolor por nuestras ofensas para que, restaurados por tu misericordia y tu perdón, experimentemos el gozo de la salvación.

Cristo Rey nuestro
¡Venga tu Reino!

Día 7 - Rey de la paz

V. El Señor reina, vestido de majestad.
R. El Señor reina, vestido de majestad.
V. Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno.
R. El Señor reina, vestido de majestad.

ORACIÓN INICIAL
Señor Jesucristo,
Rey del universo y de nuestros corazones, tú que viniste a reconciliarlo todo en ti y a instaurar el Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz, te reconocemos como nuestro único Señor. Queremos que reines en nuestras vidas, en nuestras familias y en la sociedad. Concédenos vivir en comunión fraterna, siendo corresponsables en la misión de hacer presente tu Reino con alegría, entrega y fidelidad. Haz que, siguiendo tu ejemplo de humildad y servicio, trabajemos por una sociedad más justa y fraterna, donde todos reconozcan tu señorío y encuentren en ti la verdadera paz.
Así sea.

EVANGELIO Juan 19, 17-19
«Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: Jesús Nazareno, rey de los judíos».

REFLEXIÓN
En la cruz Jesucristo se revela como Rey de la Paz. No gobierna desde un trono de poder, sino de uno de amor y misericordia donde reconcilia al cielo y la tierra. No está coronado con la gloria del oro, sino con las espinas de nuestros pecados. La cruz es la cátedra de la paz. Desde allí, Jesucristo nos enseña una paz que no domina, sino que edifica la historia transformando los corazones. «Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada, desarmante y también perseverante, que proviene de Dios, que nos ama a todos incondicionalmente» (Papa León XIV, Urbi en Orbi, 8 de mayo de 2025) «¡Oh, qué felicidad podríamos gozar si los individuos, las familias y las sociedades se dejaran gobernar por Cristo! (…) Entonces se podrán curar tantas heridas, todo derecho recobrará su vigor antiguo, volverán los bienes de la paz, caerán de las manos las espadas y las armas, cuando todos acepten de buena voluntad el imperio de Cristo, cuando le obedezcan, cuando toda lengua proclame que Nuestro Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre» (Pio XI. Quas Primas, 19).

ORACIÓN FINAL
Jesucristo, ayúdanos a reconocer tu realeza en nuestra vida para que, al hallar la verdadera paz en ti, seamos constructores de paz para que Tú reines en el mundo.

Cristo Rey nuestro
¡Venga tu Reino!

Día 8 - Rey de misericordia

V. El Señor reina, vestido de majestad.
R. El Señor reina, vestido de majestad.
V. Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno.
R. El Señor reina, vestido de majestad.

ORACIÓN INICIAL
Señor Jesucristo,
Rey del universo y de nuestros corazones, tú que viniste a reconciliarlo todo en ti y a instaurar el Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz, te reconocemos como nuestro único Señor. Queremos que reines en nuestras vidas, en nuestras familias y en la sociedad. Concédenos vivir en comunión fraterna, siendo corresponsables en la misión de hacer presente tu Reino con alegría, entrega y fidelidad. Haz que, siguiendo tu ejemplo de humildad y servicio, trabajemos por una sociedad más justa y fraterna, donde todos reconozcan tu señorío y encuentren en ti la verdadera paz.
Así sea.

EVANGELIO Lucas 23, 39-43
«Uno de los malhechores allí colgados le insultaba, diciéndole: –¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros! Pero el otro reprendió a su compañero diciendo: –¿No temes a Dios, tú que estás sufriendo el mismo castigo? Nosotros padecemos con toda razón, pues recibimos el justo pago de nuestros actos; pero este no ha hecho nada malo. Luego añadió: –Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. Jesús le contestó: –Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso».

REFLEXIÓN
Desde el trono de la cruz Jesucristo revela su majestad como Rey de misericordia demostrando que el pecado no tiene la última palabra y que «La misericordia de Dios ha puesto un límite al mal» (San Juan Pablo II, Memoria e identidad). La misericordia abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre sin importar «La misericordia es la vía que une a Dios y al hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado» (Francisco, Misericordiae Vultus, 2). «Justamente en el fracaso del pecado – el pecado es un fracaso, el fracaso de la ambición humana – ahí está el triunfo de la Cruz, está la gratuidad del amor. Jesucristo Rey revela la fuerza del amor. (…) Por esto la majestad de Jesús no nos oprime, sino que nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a recorrer los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón». (Francisco, Angelus, 22 de noviembre de 2015)

ORACIÓN FINAL
Jesucristo, ayúdanos a abrirnos a la gracia de tu amor, que siempre es más grande que nuestro pecado, y danos un corazón misericordioso para hacer presente tu reino en este mundo con gestos de ternura, de comprensión y de amor.

Cristo Rey nuestro
¡Venga tu Reino!

Día 9 - Rey de reyes

V. El Señor reina, vestido de majestad.
R. El Señor reina, vestido de majestad.
V. Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno.
R. El Señor reina, vestido de majestad.

ORACIÓN INICIAL
Señor Jesucristo,
Rey del universo y de nuestros corazones, tú que viniste a reconciliarlo todo en ti y a instaurar el Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz, te reconocemos como nuestro único Señor. Queremos que reines en nuestras vidas, en nuestras familias y en la sociedad. Concédenos vivir en comunión fraterna, siendo corresponsables en la misión de hacer presente tu Reino con alegría, entrega y fidelidad. Haz que, siguiendo tu ejemplo de humildad y servicio, trabajemos por una sociedad más justa y fraterna, donde todos reconozcan tu señorío y encuentren en ti la verdadera paz.
Así sea.

LECTURA Apocalipsis 17, 14
«Irán juntos a la guerra contra el Cordero, pero el Cordero los derrotará porque él es el Señor de todos los señores y el Rey de todos los reyes. Y los que él ha llamado y elegido y le son fieles, estarán con él».

REFLEXIÓN
«El amor vence siempre. ¡El amor vence siempre, como Cristo ha vencido! El amor vence siempre, aunque en ocasiones, ante sucesos y situaciones concretas, pueda parecernos impotente, ¡Cristo parecía impotente en la Cruz! ¡Dios siempre puede más!» (San Juan Pablo II, Mensaje a los jóvenes en Chile 1987). Jesucristo, Rey de reyes, el Cordero que ha ganado el Reino para todos en la cruz, nos enseña que su poder es el amor, su majestad, la de las bienaventuranzas y que la fidelidad al Evangelio es el camino hacia la verdadera felicidad: la de los limpios de corazón, los pobres de espíritu, los mansos, los que tienen hambre y sed de justicia, los que lloran, los que trabajan por la paz, los misericordiosos, los perseguidos a causa de la justicia. «Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5, 12.).

ORACIÓN FINAL
Jesucristo, Rey de reyes, ayúdanos a abrirnos a tu gracia para que, transformados por tu amor, recorramos el camino de las bienaventuranzas para que reines en nuestras vidas, y así podamos colaborar en la construcción de un mundo más justo, fraterno y solidario, donde todos puedan experimentar la alegría de tu Reino.

Cristo Rey nuestro
¡Venga tu Reino!

Día 1

Día 2

Día 3

Día 4

Día 5

Día 6

Día 7

Día 8

Día 9

Comparte la web del Regnum Christi: