«Dedicar mi verano como colab ECYD se siente como un susurro de Diosito en mi corazón»

Del 13 de julio al 3 de agosto, once jóvenes de distintas ciudades de Venezuela vivieron una experiencia inolvidable como colaboradoras ECYD en Caracas. Fueron tres semanas de formación, apostolado y amistad profunda con Jesús, donde cada día se convirtió en una oportunidad para amar y servir.

Todo empezó con un «sí»

Todo comenzó con un “sí”. Uno sencillo, pero valiente. El mismo que repitieron a diario once jóvenes del ECYD que decidieron regalar su verano a Dios. Desde Barquisimeto, Carora y Caracas, llegaron con maletas llenas de ilusión, nervios y expectativas altas para vivir una etapa única: ser colaboradoras ECYD 2025.

Este programa les propuso una experiencia intensa de formación, apostolado y vida comunitaria. Durante tres semanas, compartieron jornadas completas al servicio de los demás, acompañadas por consagradas, sacerdotes y responsables que las guiaron en este camino de entrega.

«Estas tres semanas que le he dedicado a Jesús han sido de puro aprendizaje y amor», compartió Ana Camila Barazarte. «Me he formado como apóstol junto a mis hermanas en Cristo. Estoy segura de que todas hemos encontrado un mejor sentido y misión para nuestras vidas».

Un verano lleno de rostros, calles y encuentros

Desde el primer día, supieron que no sería una experiencia cualquiera. A través de talleres, peregrinaciones, misiones, momentos de oración y convivencia, comenzaron a descubrir una nueva forma de mirar a Dios y a los demás.

Valeria Zambrano lo expresó con claridad: «¿Por qué no dedicar tres semanas de mi vida a Diosito al cien por ciento? Vine con expectativas muy altas y no han bajado en nada. Aquí me he formado como apóstol de Dios, para que al regresar a mi vida cotidiana, pueda seguir viviendo su amor».

Entre los días más significativos estuvo el tour de santos, la visita al Hogar de Cristo, las jornadas misioneras y la peregrinación al milagro Eucarístico. No fueron actividades aisladas, sino piezas de un mismo camino. Cada día traía consigo nuevos retos, aprendizajes y motivos para seguir dando ese sí con más fuerza.

Lo que el corazón se llevó

Para muchas, esta experiencia no solo cumplió un anhelo, sino que les reveló un llamado más profundo. Julianna Ruiz lo describió así: «Dedicar mi verano como colab ECYD se siente como un susurro de Diosito en mi corazón. Estas semanas son un regalo de Él. Me motivó saber que, con mi pequeño granito de arena, puedo ayudar a cualquiera a sentir cerquita a Dios».

No faltaron momentos de cansancio, preguntas o incertidumbre. Pero incluso ahí, descubrieron la fuerza del amor de Dios y la belleza de la vida comunitaria. Sarah Oropeza confesó: «Lo que me motiva más es el amor que le tengo a Jesús. Dar mi cien por Él, que murió por mí en una cruz, es un regalo. Son días extremadamente felices, llenos del amor incondicional de Jesús».

En medio de las calles, entre juegos con niños o visitas a comunidades, cada una fue encontrando el sentido de su entrega. «Al llegar a casa, repartiré ese amor del que me he estado llenando aquí», dijo Valeria Chávez, con la convicción de quien ha vivido algo que la marcó.

Un verano que no se midió en días, sino en encuentros con Dios, amistades que sanan y una certeza que ya no se borra: la alegría más profunda está en entregarse. Y ellas, sin duda, lo hicieron.

Un cambio que no se queda solo en Caracas

Ser colaboradora ECYD no fue solo una decisión de verano, fue una experiencia transformadora. Cada una volvió distinta: más fuerte, más libre, más consciente de su fe. Como dijo Faviana Rodríguez, «entregar parte de nuestro verano a este programa tan lindo es de las mejores decisiones que he tomado».

Para todas las participantes, esta experiencia representó una oportunidad de sentirse profundamente amadas por Dios. Daniela Meriñan lo resumió así: «Dar tu servicio va mucho más allá de ayudar al otro. Tú te llenas con una felicidad inmensa, casi inexplicable. Ahora entiendo muchas cosas. No me arrepiento de haber dicho ese SÍ».

Flavia Roberti, al mirar hacia atrás, lo expresó con gratitud:

«Elegí dedicar estas vacaciones a ser colaboradora ECYD porque lo vi como una oportunidad para acercarme más a Jesús. Decidí entregarme a este camino al que Él me estaba llamando, para llenarme de su amor y mostrárselo a otros».

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