Momentos que guían al encuentro: así acompañan las Consagradas del Regnum Christi a los jóvenes hacia Dios

Más de 40 jóvenes participaron el pasado fin de semana en los ejercicios espirituales de la sección de jóvenes del Regnum Christi en Bogotá. Durante tres días, el silencio, la oración y el encuentro personal con Dios marcaron una experiencia que dejó huella profunda en quienes participaron.

Un espacio preparado como una cita con Dios

El retiro fue organizado por la consagrada Kathleen Almon, directora de la sección de jóvenes del Regnum Christi en Bogotá, junto con María Elena Miranda, su colaboradora auxiliar. Para ellas, cada encuentro de este tipo es mucho más que una actividad espiritual: es una oportunidad de encuentro real con Dios.

«Preparar estos espacios es como preparar una cita entre cada joven y Dios», explicó Kathleen. Cada detalle fue pensado con cariño y propósito. «Todo puede ayudar a que una joven tenga una experiencia más profunda con Él».

La sección de jóvenes en Bogotá reúne a cerca de 300 participantes, quienes están en equipos de perseverancia, apostolados y charlas de formación.

Días de silencio, encuentro y transformación

El retiro se vivió en un ambiente de silencio profundo, oración y reflexión. Las jóvenes llegaron con distintas historias, inquietudes y búsquedas; pero a lo largo del fin de semana, el ritmo del corazón fue cambiando. El ruido del mundo quedó atrás, y en su lugar comenzó a crecer la serenidad interior.

María Elena compartió que lo más impactante fue ver el deseo genuino de Dios en cada una. «Es asombroso ver la necesidad tan grande que tienen de silencio, y cómo constatan lo difícil que es salir del mundo», comentó. Las redes, los ruidos y los criterios externos se fueron quedando fuera, mientras cada participante encontraba en el silencio una nueva forma de escuchar.

Kathleen, por su parte, destacó que en esos momentos el papel de quien acompaña es simplemente dejar que Dios actúe. «Ya cuando los ejercicios espirituales empiezan, busco dejarlo todo en manos de Dios, porque Dios es quien actúa», dijo con serenidad. «Me encanta ver la paz y la alegría de las jóvenes al terminar estos días y haber encontrado con Él».

Frutos que permanecen

Los rostros hablaban por sí solos. Paz, alegría y una luz distinta en los ojos. María Elena recordó cómo, al escucharlas compartir, se hacía evidente que algo profundo había ocurrido: «Fue muy hermoso ver sus rostros llenos de gozo, alegría y paz, y escuchar cómo habían dejado a Dios tocar sus corazones».

Para las organizadoras, acompañar estos momentos es también una forma de renovar su propia fe. «Dios no necesita mucho y es sumamente generoso», reflexionó Kathleen.

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