Nos acercamos con alegría y esperanza a la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, una oportunidad única para dejarnos envolver por el amor que brota del Corazón traspasado del Señor. Esta devoción, profundamente arraigada en la vida de la Iglesia, nos invita a contemplar el misterio de un Dios que nos amó hasta el extremo y que sigue llamándonos, día tras día, a vivir nuestra existencia como respuesta a ese amor.
Preparémonos espiritualmente para celebrar la fiesta del Sagrado Corazón, dejándonos tocar por su ternura, su cercanía y su llamado. Jesús no solo nos ama; nos llama por nuestro nombre, nos invita a entrar en su intimidad, a descubrir nuestra vida como vocación de amor, como una misión concreta en medio del mundo.
Este camino no es solo devoción externa, sino una experiencia viva: es escuchar a Jesús que nos dice “sígueme”, es entrar en su Corazón abierto, es dejar que su amor transforme el nuestro para amar como Él ama. Que esta novena nos ayude a abrir nuestros corazones, a redescubrir nuestra fe como encuentro personal con Cristo y a responderle con generosidad: “Aquí estoy, Señor, porque me has llamado”.
ORACIÓN INICIAL
Sagrado Corazón de Jesús, fuente del amor verdadero, signo vivo de la ternura de Dios que se hace carne, que se acerca y que se dona sin reservas. En ti descubrimos la verdad más profunda de nuestra existencia: que fuimos creados por amor, para el amor y que nuestra vida es un llamado constante a acoger ese amor y entregarlo a los demás.
Oh Sagrado Corazón, ayúdanos a permanecer en ti. Que al escuchar tus latidos podamos experimentar la dulzura de tu amor, que tu fuego nos transforme y nos envíe, que la sangre y el agua que brotan de tu costado sean fuente de vida y alimento para nuestra alma.
Amén.
EVANGELIO (Mt 9, 9)
«Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y él se levantó y le siguió».
REFLEXIÓN
«Esa imagen venerada de Cristo donde se destaca su corazón amante, tiene al mismo tiempo una mirada que llama al encuentro, al diálogo, a la confianza; tiene unas manos fuertes capaces de sostenernos; tiene una boca que nos dirige la palabra de un modo único y personalísimo».
«Él mismo nos dice: “Yo los envío” (Lc 10,3). Esto es parte de la amistad con él. Por eso, para que esa amistad madure, hace falta que te dejes enviar por él a cumplir una misión en este mundo, con confianza, con generosidad, con libertad, sin miedos» (Dilexit nos, n.n. 54 y 215).
ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, tu amor nos precede. Ayúdanos a sabernos amados por ti, a descubrir ese sueño de amor que tienes para cada uno de nosotros, que es tu llamado, y a responder a él acogiendo tu amor y entregándonos a los demás.
Sagrado Corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.
ORACIÓN INICIAL
Sagrado Corazón de Jesús, fuente del amor verdadero, signo vivo de la ternura de Dios que se hace carne, que se acerca y que se dona sin reservas. En ti descubrimos la verdad más profunda de nuestra existencia: que fuimos creados por amor, para el amor y que nuestra vida es un llamado constante a acoger ese amor y entregarlo a los demás.
Oh Sagrado Corazón, ayúdanos a permanecer en ti. Que al escuchar tus latidos podamos experimentar la dulzura de tu amor, que tu fuego nos transforme y nos envíe, que la sangre y el agua que brotan de tu costado sean fuente de vida y alimento para nuestra alma.
Amén.
EVANGELIO (Jn 19, 28)
«Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed».
REFLEXIÓN
«Jesús habla de su sed de ser amado, nos muestra que no es indiferente a su Corazón la reacción que nosotros tengamos ante su deseo: “Tengo sed, pero una sed tan ardiente de ser amado de los hombres en el Santísimo Sacramento, que esta sed me consume; y no hallo nadie que se esfuerce, según mi deseo, en apagármela, correspondiendo de alguna manera a mi amor”. El pedido de Jesús es amor. Cuando el corazón creyente lo descubre, la respuesta que brota espontáneamente no consiste en una pesada búsqueda de sacrificios o en el mero cumplimiento de un pesado deber, es cuestión de amor» (Dilexit nos, n. 166).
ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, enséñanos a entender la vida como un llamado a vivir en tu amor. Que esa sed de nuestro amor que te llevó a descender, a abajarte, a ser uno de nosotros, sea una fuente de vida eterna que sacie los anhelos de nuestro corazón y nos acerque cada día más a ti.
Sagrado Corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.
ORACIÓN INICIAL
Sagrado Corazón de Jesús, fuente del amor verdadero, signo vivo de la ternura de Dios que se hace carne, que se acerca y que se dona sin reservas. En ti descubrimos la verdad más profunda de nuestra existencia: que fuimos creados por amor, para el amor y que nuestra vida es un llamado constante a acoger ese amor y entregarlo a los demás.
Oh Sagrado Corazón, ayúdanos a permanecer en ti. Que al escuchar tus latidos podamos experimentar la dulzura de tu amor, que tu fuego nos transforme y nos envíe, que la sangre y el agua que brotan de tu costado sean fuente de vida y alimento para nuestra alma.
Amén.
EVANGELIO (Lc 1, 38)
«Entonces María dijo: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia».
REFLEXIÓN
«Un corazón humano que hace espacio al amor de Cristo a través de la confianza total y le permite expandirse en la propia vida con su fuego, se vuelve capaz de amar a los demás como Cristo, haciéndose pequeño y cercano a todos. Así Cristo sacia su sed y difunde gloriosamente en nosotros y a través de nosotros las llamas de su ardiente ternura. Advirtamos la hermosa armonía que hay en todo esto» (Dilexit nos, n. 203).
ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, ayúdanos a entender que la plenitud de la vida está en acoger tu amor incondicional que nos transforma y en entregarlo a los demás. De ese modo hacemos presente tu Reino en el mundo.
Sagrado Corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.
ORACIÓN INICIAL
Sagrado Corazón de Jesús, fuente del amor verdadero, signo vivo de la ternura de Dios que se hace carne, que se acerca y que se dona sin reservas. En ti descubrimos la verdad más profunda de nuestra existencia: que fuimos creados por amor, para el amor y que nuestra vida es un llamado constante a acoger ese amor y entregarlo a los demás.
Oh Sagrado Corazón, ayúdanos a permanecer en ti. Que al escuchar tus latidos podamos experimentar la dulzura de tu amor, que tu fuego nos transforme y nos envíe, que la sangre y el agua que brotan de tu costado sean fuente de vida y alimento para nuestra alma.
Amén.
EVANGELIO (Jn 1, 39)
«Él les dijo: Venid y veréis. Entonces fueron y vieron dónde se hospedaba; y se quedaron con Él aquel día, porque era como la hora décima».
REFLEXIÓN
«Aunque en las Escrituras tenemos su Palabra siempre viva y actual, a veces Jesús nos habla interiormente y nos llama para llevarnos al mejor lugar. Ese mejor lugar es su propio corazón. Nos llama para hacernos entrar allí donde podemos recuperar las fuerzas y la paz: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11, 28). Por eso pidió a sus discípulos: “Permanezcan en mí” (Jn 15, 4)» (Dilexit nos, n. 43).
ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, ayúdanos a crecer cada día en amistad contigo, a encontrar tu presencia viva en los sacramentos, en tu Palabra, en la oración, en el hermano. Permítenos entrar en tu costado herido para permanecer en tu amor, un amor que nos conoce, nos llama y anhela hablarlos de corazón a corazón.
Sagrado Corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.
ORACIÓN INICIAL
Sagrado Corazón de Jesús, fuente del amor verdadero, signo vivo de la ternura de Dios que se hace carne, que se acerca y que se dona sin reservas. En ti descubrimos la verdad más profunda de nuestra existencia: que fuimos creados por amor, para el amor y que nuestra vida es un llamado constante a acoger ese amor y entregarlo a los demás.
Oh Sagrado Corazón, ayúdanos a permanecer en ti. Que al escuchar tus latidos podamos experimentar la dulzura de tu amor, que tu fuego nos transforme y nos envíe, que la sangre y el agua que brotan de tu costado sean fuente de vida y alimento para nuestra alma.
Amén.
EVANGELIO (Jn 20, 21)
«Entonces Jesús les dijo una vez más: La paz sea con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo».
REFLEXIÓN
«La prolongación de las llamas de amor del Corazón de Cristo ocurre también en la tarea misionera de la Iglesia, que lleva el anuncio del amor de Dios manifestado en Cristo. (…) La misión, entendida desde la perspectiva de la irradiación del amor del Corazón de Cristo, exige misioneros enamorados, que se dejan cautivar todavía por Cristo y que inevitablemente transmiten ese amor que les ha cambiado la vida» (Dilexit nos, n.n. 207 y 209).
ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, enséñanos a mirar el mundo con tus ojos y a amarlo con tu corazón, para que, adquiriendo tus mismos sentimientos, no permanezcamos indiferentes ante sus necesidades y podamos responder con alegría: «Aquí estoy, mándame» (Is 6,8).
Sagrado Corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.
ORACIÓN INICIAL
Sagrado Corazón de Jesús, fuente del amor verdadero, signo vivo de la ternura de Dios que se hace carne, que se acerca y que se dona sin reservas. En ti descubrimos la verdad más profunda de nuestra existencia: que fuimos creados por amor, para el amor y que nuestra vida es un llamado constante a acoger ese amor y entregarlo a los demás.
Oh Sagrado Corazón, ayúdanos a permanecer en ti. Que al escuchar tus latidos podamos experimentar la dulzura de tu amor, que tu fuego nos transforme y nos envíe, que la sangre y el agua que brotan de tu costado sean fuente de vida y alimento para nuestra alma.
Amén.
EVANGELIO (Lc 24, 32)
«Y se decían el uno al otro: ¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?».
REFLEXIÓN
«Cristo muestra que Dios es proximidad, compasión y ternura». «Si él curaba a alguien, prefería acercarse: “Jesús extendió la mano y lo tocó” (Mt 8,3), “le tocó la mano” (Mt 8,15), “les tocó los ojos” (Mt 9,29). Y hasta se detenía a curar a los enfermos con su propia saliva (cf. Mc 7,33), como una madre, para que no lo sintieran ajeno a sus vidas. Porque el Señor sabe la bella ciencia de las caricias. La ternura de Dios no nos ama de palabra; Él se aproxima y estándonos cerca nos da su amor con toda la ternura posible» (Dilexit nos, n.n. 35 y 36).
ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, abre nuestros ojos para que sepamos descubrirte a nuestro lado, renovando en cada momento el llamado más esencial que es el de la santidad, para vivir una vida de comunión contigo en el amor.
Sagrado Corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.
ORACIÓN INICIAL
Sagrado Corazón de Jesús, fuente del amor verdadero, signo vivo de la ternura de Dios que se hace carne, que se acerca y que se dona sin reservas. En ti descubrimos la verdad más profunda de nuestra existencia: que fuimos creados por amor, para el amor y que nuestra vida es un llamado constante a acoger ese amor y entregarlo a los demás.
Oh Sagrado Corazón, ayúdanos a permanecer en ti. Que al escuchar tus latidos podamos experimentar la dulzura de tu amor, que tu fuego nos transforme y nos envíe, que la sangre y el agua que brotan de tu costado sean fuente de vida y alimento para nuestra alma.
Amén.
EVANGELIO (Mt 11, 29)
«Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas».
REFLEXIÓN
«El amor a los hermanos no se fabrica, no es resultado de nuestro esfuerzo natural, sino que requiere una transformación de nuestro corazón egoísta. Entonces nace de una forma espontánea la célebre súplica: “Jesús, haz nuestro corazón semejante al tuyo”. Por esta misma razón, la invitación de san Pablo no era: “esfuércense por hacer obras buenas”. Su invitación era más precisamente: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús”» (Flp 2, 5; Dilexit nos, n. 168).
ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, transfórmanos con tu amor y tu mansedumbre. Ayúdanos a reconocer con humildad nuestra pequeñez para que, abandonados en ti, seas tú quien ame y obre en nosotros plasmando tus mismos sentimientos en nuestros corazones.
Sagrado Corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.
ORACIÓN INICIAL
Sagrado Corazón de Jesús, fuente del amor verdadero, signo vivo de la ternura de Dios que se hace carne, que se acerca y que se dona sin reservas. En ti descubrimos la verdad más profunda de nuestra existencia: que fuimos creados por amor, para el amor y que nuestra vida es un llamado constante a acoger ese amor y entregarlo a los demás.
Oh Sagrado Corazón, ayúdanos a permanecer en ti. Que al escuchar tus latidos podamos experimentar la dulzura de tu amor, que tu fuego nos transforme y nos envíe, que la sangre y el agua que brotan de tu costado sean fuente de vida y alimento para nuestra alma.
Amén.
EVANGELIO (Mt 18, 20)
«Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
REFLEXIÓN
«No se debería pensar en esta misión de comunicar a Cristo como si fuera solamente algo entre él y yo. Se vive en comunión con la propia comunidad y con la Iglesia. Si nos alejamos de la comunidad, también nos iremos alejando de Jesús. Si la olvidamos y no nos preocupamos por ella, nuestra amistad con Jesús se irá enfriando. Nunca se debería olvidar este secreto. El amor a los hermanos de la propia comunidad —religiosa, parroquial, diocesana, etc.— es como un combustible que alimenta nuestra relación de amigos con Jesús. Los actos de amor a los hermanos de comunidad pueden ser el mejor o, a veces, el único modo posible de expresar ante los demás el amor de Jesucristo. Lo decía el mismo Señor: “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”» (Jn 13,35; Dilxit nos, n. 212).
ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, conscientes de que la fe no se vive en solitario, ayúdanos a formar comunidades de apóstoles enamoradas de tu corazón, que vivan en comunión y sean testigos alegres de tu amor.
Sagrado Corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.
ORACIÓN INICIAL
Sagrado Corazón de Jesús, fuente del amor verdadero, signo vivo de la ternura de Dios que se hace carne, que se acerca y que se dona sin reservas. En ti descubrimos la verdad más profunda de nuestra existencia: que fuimos creados por amor, para el amor y que nuestra vida es un llamado constante a acoger ese amor y entregarlo a los demás.
Oh Sagrado Corazón, ayúdanos a permanecer en ti. Que al escuchar tus latidos podamos experimentar la dulzura de tu amor, que tu fuego nos transforme y nos envíe, que la sangre y el agua que brotan de tu costado sean fuente de vida y alimento para nuestra alma.
Amén.
EVANGELIO (Jn 19, 30)
«Jesús bebió el vinagre y dijo: —Todo está cumplido. Entonces inclinó su cabeza y expiró».
REFLEXIÓN
«La herida del costado, de donde brota el agua viva, sigue abierta en el Resucitado. Esa gran herida producida por la lanza, y las llagas de la corona de espinas que suelen aparecer en las representaciones del Sagrado Corazón, son inseparables de esta devoción. Porque en ella se contempla el amor de Jesucristo que fue capaz de entregarse hasta el fin».
«De la herida del costado de Cristo sigue brotando ese río que jamás se agota, que no pasa, que se ofrece una y otra vez para quien quiera amar. Sólo su amor hará posible una humanidad nueva» (Dilexit nos, n.n. 151 y 219).
ORACIÓN FINAL
Señor Jesús, Tú eres el llamado por excelencia, el «cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn. 1, 29). Ayúdanos a entender que solo en ti está el camino concreto de nuestra realización y ensénanos a beber de la fuente desbordante de tu corazón traspasado, desde donde tu amor se derrama al mundo.
Sagrado Corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.
La decisión de representar al Sagrado Corazón no como un símbolo aislado, sino unido al rostro y al cuerpo de Cristo, tiene raíces teológicas y litúrgicas profundas. Ya en 1879, en respuesta a una consulta del sacerdote Charles Lecoq, la Sagrada Congregación de Ritos afirmó que la imagen del Sagrado Corazón debía representar a Cristo, y no solo el corazón separado. Como se lee en el decreto (Typographia Polyglotta S. C. de Propaganda Fide, Roma, 1900, vol. 3, n. 3492), el Corazón de Jesús es inseparable de su Persona, y por eso debe mostrarse unido al rostro que mira, a las manos que bendicen, al cuerpo que entrega.
Este mismo sentido fue subrayado por el Papa Francisco en 2024, en su carta encíclica publicada con ocasión del 350º aniversario de las revelaciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque, donde describía con palabras sencillas y profundas la imagen de Cristo que esta devoción nos ofrece:
«Esa imagen venerada de Cristo, donde se destaca su Corazón, habla al diálogo, a la confianza; tiene unas manos fuertes, capaces de sostenernos; tiene una boca que nos dirige la palabra de un modo único y personalísimo» (Dilexit Nos, del Santo Padre Francisco, sobre el amor humano y divino del Corazón de Cristo, n. 54, 2024).