«El Regnum Christi ha sido el instrumento que Dios ha usado para revelarme el sueño por el cual fui creado» Ordenación diaconal del P. Daniel Fernández Díaz del Castillo, L.C.
El pasado 30 de agosto el P. Daniel Fernández Díaz del Castillo, L.C., recibió la ordenación diaconal en Bogotá de manos de Monseñor Juan Vicente Córdoba, obispo de la diócesis de Fontibón. La ceremonia tuvo lugar en el convento Santo Domingo de Guzmán y contó con la participación de familiares, amigos y miembros del Regnum Christi.
Durante su homilía, monseñor expresó con emoción, «Damos gracias a Dios por el llamado de Daniel, eres un regalo para tu familia, amigos y para la Iglesia». Sus palabras fueron recibidas con atención y recogimiento por los asistentes, que compartían la alegría de ver a Daniel dar este paso tan importante. Más adelante, dirigiéndose directamente al nuevo diácono, añadió: «Eres llamado hoy al diaconado, esto significa servicio y servidor diácono, vocación explícita al estado del servicio, como paso al presbiterado como tu vocación definitiva». De esta forma, subrayó la dimensión de entrega y servicio que caracteriza al ministerio diaconal y que prepara el corazón para la misión sacerdotal.
Con gratitud, el nuevo diácono compartió: «Gracias a Dios por el don del Regnum Christi, en uno de los momentos más oscuros de mi vida allí encontré la luz».
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«¿Y por qué no?» Historia vocacional del P Daniel.
El P. Daniel Fernández Díaz del Castillo LC nació en Bogotá en 1993 y desde los dieciseis años, forma parte del Regnum Christi. En 2012 y 2013 vivió como colaborador en Barcelona, experiencia que marcó profundamente su vida espiritual y personal. Días antes de su ordenación, conversamos con él para conocer más sobre su vocación y el camino que lo ha llevado hasta aquí. Te invitamos a descubrir su historia en la siguiente entrevista.
¿Qué lo llevó a pensar en ser sacerdote?
Mi llamada vocacional no fue un momento puntual o una experiencia concreta que me marcó de golpe, sino más bien la suma de muchos eventos, señales y personas que el Señor fue poniendo en mi camino.
Recuerdo especialmente que todo comenzó con una conversación inesperada con un gran amigo mío del Regnum Christi, Juan Camilo Ibáñez. Estábamos en una Hora eucarística del RC y, al terminar, se me acercó y me dijo: «Dani, tengo que hablar con usted. Me voy a hacer una experiencia al candidatado de los Legionarios de Cristo»
Esa conversación me impactó profundamente. Nunca antes se me había pasado por la cabeza que eso pudiera ser una opción. En ese momento, fue como si se me encendiera un bombillo interior: ¿Se puede ser legionario? ¿Existe esa posibilidad de ser sacerdote?. Y desde entonces, empecé a ver todo con otros ojos. La idea de una posible llamada entró en mi horizonte, y poco a poco, Dios fue haciendo su trabajo en mi corazón.
Tuve la gran oportunidad de trabajar en la sección de Bogotá con un excelente sacerdote, el P. Jorge Obregón, LC, que fue una gran referencia para mí. Luego, mi año como colaborador en Barcelona fue absolutamente clave. Vivir en una comunidad de legionarios, convivir con hombres tan capaces, tan humanos, tan llenos de Dios y —sobre todo— tan felices, me hizo cuestionarme muchas cosas.
¿Cómo fue su “sí” al Señor?
Me da mucha gracia recordar este momento, porque fue profundamente humano. A veces pensamos que las llamadas vocacionales son experiencias místicas, casi sobrenaturales, pero la mía fue muy distinta. Fue bastante humana. Y hoy me río con ternura, al ver cómo Dios ha usado precisamente eso: mi humanidad, mis miedos, incluso mi soberbia, para llamarme.
Todo empezó con una duda concreta que me surgió durante un retiro con mi comunidad, cuando yo era colaborador. El sacerdote que lo predicaba se presentó como el instructor de los novicios de España. Nos contó que tenía a su cargo unos 12 o 15 jóvenes, ¡y todos tenían más o menos mi edad!. Y ahí se volvió a encender algo dentro de mí: ¿Cómo es posible que haya gente de mi edad que esté entregando su vida a Dios?.
Durante una oración en ese mismo retiro, me vino una pregunta muy clara al corazón: ¿Y por qué no?. Inmediatamente, vinieron todas mis excusas: «No, yo no puedo ser sacerdote porque me encanta la fiesta, porque disfruto salir con mis amigos, porque quiero casarme y tener una familia con ocho hijos». Pero la pregunta seguía: ¿Y por qué no?.
Llegó un punto en que ya no tenía respuestas. Entonces me hice una pregunta que me marcó: ¿Qué pasaría si digo que no a esta inquietud que tengo, hago mi vida, me caso, tengo hijos y a los 60 años me doy cuenta de que no soy feliz? ¿Qué pasaría si hubiera podido ser más feliz diciéndole sí al Señor?.
Ahí tomé una decisión: hacer la experiencia del candidatado en España, aunque sea solo para darme cuenta que esto no es lo mío, y poder quedarme tranquilo, sin preguntas pendientes. Incluso recuerdo que cuando fui al aeropuerto fue muy curioso. Mis papás estaban llorando, muy conmovidos, porque sentían que quizá yo no volvería. Y yo, muy tranquilo, les decía: «No se preocupen, yo voy a volver. Esto no es para mí, ser legionario es imposible, yo no tengo las cualidades. Voy, me doy cuenta de que no es lo mío, y regreso».
Pero pasaron los meses y no encontraba ninguna razón para irme. Y han pasado ya doce años desde entonces. Dios, con infinito amor y sentido del humor, fue desmantelando mis ideales, solo para mostrarme que en realidad se cumplían —y superaban— en otro mucho más grande: el ideal de su voluntad, que es perfecta, y con la que nadie puede competir.

El P. Daniel L.C en compañía de su familia
¿Qué papel juega la familia del Regnum Christi en su experiencia vocacional?
Para mí, el Regnum Christi ha sido algo profundamente importante. Le debo el haberme acercado a Dios de una manera totalmente nueva, fresca, renovada. Gracias al Regnum Christi me enamoré de Él, me enamoré de la Iglesia, me enamoré del ser apóstol. Y, cómo no, fue allí donde descubrí mi vocación.
El Regnum Christi, además de ser mi familia, ha sido el instrumento que Dios ha usado para revelarme el sueño por el cual fui creado.
¿Qué ha sido lo que más le ha ayudado en su vocación?
Lo que más me ha sostenido en mi vocación ha sido el amor a la Eucaristía. Ha sido delante del sagrario, en la adoración, en esos momentos de silencio en la capilla, donde he encontrado consuelo, fortaleza y paz. La Eucaristía ha sido mi refugio, mi roca firme, la fuente donde he recobrado la fuerza para seguir entregándome sin miedo, confiando en que, pase lo que pase, vale la pena dar la vida en esta vocación.

El P. Daniel el día de la graduación de su colegio con el P. Jorge Obregón L.C quien ha sido un gran referente en su vocación.
¿Qué le diría a un joven que está discerniendo si Dios le llama a la vida consagrada?
Yo le diría que no tenga miedo. Que si siente, aunque sea una pequeña inquietud, una duda, una intuición de que Dios lo podría estar llamando, se lance. Porque Dios es fiel. Y si es Él quien llama, no lo va a abandonar. Una de las cosas más importantes que he aprendido en mi vocación es que no se trata de mi fidelidad —que es frágil, limitada, cambiante— sino de la fidelidad de aquel que me llama. Y eso lo cambia todo.
Por eso, mi consejo sería: confía, no tengas miedo, sé fiel a esa voz porque quien llama es infinitamente fiel.
¿Cuál es su pasaje favorito del evangelio?
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.» Mateo 11,28.