Primer legionario de Cristo panameño nos habla de su vocación: «Anhelo ser sacerdote para anunciar a Cristo a la gente que tiene necesidad de Él».
Una foto de un legionario en sotana publicada en Facebook fue la primera puerta en el camino vocacional del H. José Luis Martínez, primer Legionario de Cristo de Panamá, quien el pasado jueves 3 de julio de 2025 recibió el orden del diaconado en Santiago de Veraguas, su ciudad natal. Días antes de su ordenación, hablamos con él para conocer sobre su vocación y su vida.
¿Qué lo llevó a pensar en ser sacerdote?
Siempre he llevado en lo más hondo de mi corazón una inquietud, una necesidad palpable de sacerdotes. Aquella vivencia se grabó a fuego en mi memoria cuando, a mis dieciséis años, participé en unas misiones parroquiales. Mi compañero enfermó y tuvo que volver a la ciudad, dejándome solo en aquel rincón apartado. Recuerdo cómo la gente, sedienta de fe, llegaba de los pueblos vecinos solo para escuchar las predicaciones. Era un adolescente, pero me marcó profundamente. Fue entonces cuando me invitaron a ir a un lugar aún más remoto. A caballo, me adentré por caminos lejanos, y lo que allí encontré me golpeó el corazón: la ausencia de sacerdotes, la carencia de quien les llevara la Palabra de Cristo. Aquel hecho quedó anclado en mi alma, convirtiéndose en una constante en mi vida.
Este sentir, este anhelo por ver a Cristo presente en los lugares más necesitados, fue uno de los motores que me impulsó a entrar en la Legión de Cristo. Me atrajo su espíritu misionero, esa vocación de llevar el Evangelio a cada rincón, de ser esa voz que tanto clamaba en mi memoria.
Años después, ya dentro de la Legión, volví a experimentar la fuerza de aquella convicción inicial. Fue como si Dios mismo me recordara, una y otra vez, que me había acompañado y orientado hacia este camino. La certeza de ser sacerdote para anunciar a Cristo a la gente que tiene necesidad de Él se reafirmó en mi corazón con una claridad inquebrantable. Es un fuego que sigue ardiendo, la vocación de llevar la esperanza y el mensaje de salvación a quienes más lo anhelan.
¿Cómo fue su “sí” al señor?
Desde mis primeros recuerdos, me sentí atraído por las cosas de Dios. Era una inclinación natural, un susurro interior que me hablaba de un camino más allá. La idea de ser sacerdote germinó en mi corazón desde niño, aunque su plena comprensión y maduración fue un proceso paulatino, casi un misterio. No sabría decir con exactitud cuándo comenzó, pero fue una fuerza, una atracción interior que me guiaba.
Mi infancia estuvo marcada por la vida parroquial. Fui acólito durante muchos años, sirviendo en el altar, y más tarde, catequista, compartiendo la fe con otros. Desde mis primeros años, ese anhelo de servir a Dios como sacerdote ya residía en mi corazón. Lo compartí una vez, con la inocencia de la niñez, a un catequista. Lo que no sabía entonces era que esa semilla, sembrada tan temprano, volvería a brotar en el momento preciso. Años después, ya en plena adolescencia, aquel mismo catequista, con una perspicacia que hoy valoro inmensamente, me lo recordó y me hizo la pregunta que me marcó para siempre: ¿Quieres ser sacerdote?
Esa pregunta, pronunciada en el momento justo, fue como un eco de mi propia infancia. Despertó en mí el deseo que creía olvidado, o quizás, que aún no sabía nombrar con claridad.
La vida me sonreía. Tenía una novia a quien amaba, un trabajo fijo con estabilidad económica, y me dedicaba a estudiar algo que me apasionaba y me sigue apasionando profundamente. Tenía, en esencia, todo lo que un joven profesionista podría desear. Fue precisamente en este punto de aparente plenitud cuando entré en una profunda crisis.
Se desató en mi interior una pregunta desgarradora: la tensión entre mi vocación personal y mi realización humana. Constantemente me decía a mí mismo: «Termino la carrera y ya luego pienso en esto de ser cura». Pero era una verdad a medias, una excusa para posponer lo inevitable. No sé si alguna vez han sentido ese latido profundo y persistente de un enamorado, esa atracción que lo consume todo. Yo lo sentí, y la experiencia fue abrumadora. Me sentía dividido, jalado por dos fuerzas poderosas, y el conflicto interno era casi insoportable. Era el eco de un llamado que no podía seguir ignorando.
Hasta que, en la universidad, mientras cursaba Ingeniería de Sistemas Informáticos, un profesor de Programación nos preguntó por qué habíamos elegido esa carrera. Sin dudarlo, casi por instinto, respondí: No sé, quiero ser sacerdote. Aquella confesión sorprendió a mis compañeros, quienes, desde ese momento, me cuidaron y, de alguna manera, me convirtieron en un referente para ellos. Aún hoy, conservo un vínculo muy fuerte con aquellos amigos de la universidad que me brindaron apoyo y protección en los momentos difíciles.
Fue en esos años universitarios, cuando Facebook comenzaba su auge. Navegando en mi computadora, mi atención fue capturada por la imagen de un legionario en sotana, publicada por un consagrado del Regnum Christi en Chile. En medio de mis propias dudas vocacionales, aquel consagrado chileno fue una guía invaluable. Yo consideraba opciones que parecían más “rígidas”, como la vida contemplativa, o la congregación en la que ahora me encuentro. Aún conservo el recuerdo de los correos que envié a ambas instituciones. Las respuestas fueron sorprendentemente distintas:
- De la vida contemplativa: «Tienes 19 años y con nosotros debes esperar hasta los 21, pero te envío los horarios y textos para que te vayas preparando.»
- De la Legión: «¡Claro que sí! ¡Bienvenido, y de inmediato te pongo en contacto con…!»
La elección fue clara. Opté por la segunda opción, y sin duda, ha sido la mejor decisión que he tomado. No hay arrepentimiento en mi corazón, solo la certeza de haber emprendido un viaje de autoconocimiento y grandes aventuras, un camino que apenas comienza con mi etapa ministerial.
Cuando estaba en el candidatado, mi orientador vocacional me planteó una pregunta directa: «¿Por qué quieres ser sacerdote en la Legión?». Me atraía la forma de ser sacerdote y la forma apostólica misionera del legionario, pero una razón única, profunda, no la había verbalizado. Fue solo al ponerlo en manos de la Virgen, durante una visita, que la respuesta fluyó de mi corazón. Le respondí al padre que no sabía la razón exacta, pero que me sentía en casa.
Mi vocación ha sido un camino que he recorrido de la mano del Señor y de la Virgen María. No ha sido fácil, lo sé. Ha habido desafíos y pruebas, pero en cada paso, he sentido el apoyo incondicional de mi familia, la guía sabia de mis formadores y la fraternidad de mis hermanos legionarios. Es un viaje que continúa, lleno de propósitos y la certeza de estar justo donde debo estar.
¿Qué papel juega la familia del Regnum Christi en su experiencia vocacional?
Lo primero que conocí fue un consagrado del Regnum Christi. Pues gracias a una foto que él publicó descubrí la legión y el plan de Dios para mí.
Los laicos del Regnum Christi de Panamá fueron fundamentales en mi comprensión del verdadero impulso misionero hacia las vocaciones. Gracias a su cercanía y apoyo, pude caminar y conocer la Legión. Han sido un ejemplo para mí y siempre me han apoyado.
¿Qué ha sido lo que más le ha ayudado en su vocación?
No concibo mi vocación como algo aislado o para mi propio beneficio. Si bien mi principal labor será, sin duda, alabar a Dios con toda mi vida y dedicarme plenamente a Él, siempre he encontrado una ayuda invaluable y una profunda fuente de aprendizaje en la cercanía con las almas.
Cada encuentro, cada conversación, cada experiencia compartida con el santo pueblo de Dios, me convence más de que se aprende muchísimo de ellos. Es en esa interacción donde el sacerdocio cobra vida y sentido pleno, donde puedo servir y, al mismo tiempo, ser nutrido por la fe y las historias de quienes me rodean. Estar cerca de la gente no es solo parte de mi misión; es una parte esencial de cómo entiendo y deseo vivir mi sacerdocio.
¿Qué le diría a un joven que está discerniendo si Dios le llama a la vida consagrada?
A aquellos que sienten un llamado, una inquietud en el corazón, les diría: no tengan miedo a escuchar esa voz. A veces, en el ruido del mundo o en nuestras propias dudas, solemos intentar acallarla, apagarla, como si fuera algo que debiéramos ignorar. Pero es precisamente cuando nos atrevemos a prestarle atención, cuando aprendemos a escucharla con sinceridad, que podemos empezar a comprender su verdadero mensaje.
En esa escucha atenta, descubrimos que la verdadera felicidad no se encuentra en la inacción o en la búsqueda de seguridades efímeras, sino en la valentía de lanzarse. Lanzarse en Su nombre y por Su nombre, confiando plenamente en Su invitación. Es en esa entrega, en ese acto de fe, donde la vida adquiere un propósito profundo y una alegría que trasciende cualquier miedo.
¿Cuál es su pasaje favorito del evangelio?
Hay dos frases de la Escritura que resuenan profundamente en mi corazón y que han sido un faro a lo largo de toda mi formación. No son solo versículos, sino ecos de mi propia historia y pilares de mi día a día.
La primera es de Lucas 5:5: “En tu nombre lanzaré las redes”. Esta frase encapsula la esencia de mi camino, el momento en que me atreví a responder a ese llamado interior, a confiar en Su invitación a pesar de las dudas o las apariencias. Representa ese salto de fe que ha marcado cada etapa de mi vocación, el convencimiento de que es en Su nombre y por Su fuerza que todo se hace posible.
La segunda, de Juan 15:15 “le he llamado amigos” ha sido mi guía en el día a día. Me recuerda la profunda intimidad a la que somos invitados con Cristo, una amistad que transforma y eleva.
El H. José Luis Martínez nació en Santiago de Veraguas, Panamá. Estudió Ingeniería en Sistemas y Redes Informáticas. Ingresó al noviciado de Monterrey en 2013, donde también cursó sus estudios de humanidades. Realizó sus prácticas apostólicas como formador y profesor en el Centro Vocacional de la Ciudad de México. Posteriormente, llevó a cabo los estudios de filosofía y teología en Roma. Además, realizó diplomados en acompañamiento, alta formación en ciencia y fe, y un curso de perfeccionamiento en acompañamiento de nuevos movimientos. Tras su ordenación, ejercerá su ministerio como capellán de la Universidad Anáhuac de Veracruz, campus Xalapa, en México.