«Esta Semana Santa viví la frase del Papa Francisco: la alegría es misionera»
Con el anhelo profundo de ser apóstoles de la esperanza, miles de corazones se unieron en una sola misión durante la Semana Santa 2025: hacer resplandecer la esperanza de Cristo resucitado en cada rincón. Desde Colombia, Venezuela y Ecuador, 2463 misioneros, entre ellos 357 familias misioneras, emprendieron camino con un solo deseo: anunciar con su vida que Cristo vive.
Durante estos días, se visitaron 7692 familias, beneficiando a más de 22 800 personas en 16 diócesis y 185 comunidades, llevando el mensaje de Cristo a través de las visitas casa a casa, las celebraciones litúrgicas, la oración, el servicio, la cercanía y la escucha.
Colombia: «La misión tiene un nuevo centro: Cristo presente en nuestra familia»
1121 misioneros, entre ellos 172 familias, sirvieron en 66 comunidades pertenecientes a 6 diócesis con misioneros provenientes de ciudades como Medellín, Bogotá, Manizales, Pereira, Armenia, Bucaramanga e Ibagué. Dentro de los misioneros de Colombia 35 novicias y apostólicos se unieron a la misión en 4 comunidades. En total, se beneficiaron 7102 personas y se visitaron 1799 familias.
El testimonio de Laura López, de Manizales, quien participó junto a su esposo y su hija, de tan solo un año y medio, revela el verdadero sentido de este apostolado:
«Comprendimos que la misión ya no se trata de llegar hasta la última casa, de pasar la noche entera en adoración el Jueves Santo, ni de cocinar pasta con atún o caminar horas bajo el sol. Ahora la misión tiene un nuevo centro: Cristo presente en nuestra familia».

Laura López cargando a su hija con su esposo, sus suegros, cuñada y el esposo de su cuñada en Familia Misionera
Camila Navarro, del grupo de profesionales de Juventud Misionera Medellín, compartió lo que significó para ella esta experiencia: «Esta Semana Santa viví la frase del Papa Francisco “la alegría es misionera”. Sentir la acogida de las personas y ver cómo reconocían en nosotras una juventud distinta a la que el mundo suele mostrar, una juventud que transmite un mensaje de alegría y esperanza».
Juan Wilches, otro joven misionero de Bogotá, lo expresó así: «Para mí, las misiones fueron ver que solamente hace falta un granito de mostaza para mover montañas».
Misioneros del cuerpo y del alma
También se llevaron a cabo misiones médicas en dos comunidades de Colombia, donde se realizaron más de 850 consultas en distintas especialidades. Misiones médicas no es una brigada médica más. Además de brindar alivio al cuerpo, se instaló el consultorio del alma, un espacio donde un sacerdote ofreció confesiones, acompañamiento espiritual y diálogos apostólicos tanto a los miembros de las comunidades beneficiadas como a los mismos misioneros. Así, quedó claro que esta misión no solo atiende dolencias físicas, sino que comienza por sanar el alma para, desde allí, sanar también el cuerpo.

P. Luis Ramírez atendiendo el «consultorio del alma» durante las misiones médicas del eje cafetero
Venezuela: Misiones que brotan desde lo profundo
En Venezuela, 1131 misioneros, entre ellos 151 familias, se desplegaron en 104 comunidades de 8 diócesis, donde misioneros de Caracas, Barquisimeto, Acarigua, Barinas, Valera y Carora, visitaron 5553 familias, beneficiando a 14 573 personas.
Desde hace 22 años, un grupo de misioneros de Juventud y Familia Misionera de Caracas realizan este apostolado en Canaima acompañando a la comunidad indígena Pemón, una labor que es en un verdadero puente de esperanza. Este año, gran parte de los insumos y ayudas humanitarias para la misión no llegaron a tiempo, pero este imprevisto solo hizo que la generosidad de la comunidad saliera a flote. Katherine Izquiel misionera de Caracas comentó «Estas misiones marcaron un antes y un después en mi vida, el sentir a Dios a mi lado me dio tranquilidad y fue hermoso sentirlo tan cerca». Dentro del apoyo humanitario, se dotó al ambulatorio local con medicamentos esenciales en cantidades significativas, justo cuando la comunidad se encontraba en completo desabastecimiento. También se donaron dos sillas de ruedas, material quirúrgico, insumos de hospitalización, material escolar y despensas con comida. «Nos conmovió ver cómo algunos miembros de la comunidad acudían al aeropuerto junto a nosotros, esperando las cajas con la esperanza de que llegarían sus medicamentos y así fue», cuenta Antonio Nucete, misionero que viajo desde Caracas.

El P. Isidro Ramírez, LC, que lleva 30 años misionando nos cuenta que estas misiones han sido las mejores en las que ha estado. «Los misioneros entregadísimos, la comunidad muy receptiva y el paisaje inigualable»
Por su parte, Andrés D’Urso, de Juventud Misionera Masculina de Barquisimeto, resumió su experiencia con palabras que conmueven: «Durante las misiones de Semana Santa me sentí VIVO. Puede ver otra realidad de la vida, sentir el amor de Cristo en el equipo de misioneros, en la comunidad y en algunas personas que visitamos. Puede ver cómo DIOS trabajó en nosotros, haciéndose presente y ayudándonos en todo momento». Complementando las palabras de Andrés, Lucía Ruscica de Juventud Misionera Femenina también de Barquisimeto nos cuenta: «Las misiones son un montón de encuentros con quienes entretejes recuerdos del amor infinito de Dios. Estas misiones recargaron mi alma y renovaron mi corazón, sin duda lo puso a latir de nuevo al ritmo de su amor»
En estas comunidades, los misioneros no solo llevaron el evangelio, sino que hicieron resplandecer la esperanza en cada rincón. Con humildad, alegría y profunda entrega, compartieron formación, consuelo y presencia fraterna, convirtiéndose en señales vivas del amor de Dios.

Grupo de misioneros de Barquisimeto
Ecuador: El evangelio camina con los pies del servicio
En Ecuador, 211 misioneros, incluyendo 34 familias misioneras, se hicieron presentes en 15 comunidades de las diócesis de Quito, Santa Elena y Guayaquil. Se visitaron 340 familias y se beneficiaron 1.160 personas, llevando alivio físico, compañía espiritual y mucha esperanza.
Juan Diego, el hijo mayor de la familia Granda Borja, comparte su vivencia con emoción: «Mi experiencia fue muy impactante, porque me gustó visitar a las familias, ver cómo conectaban con Dios y ayudarlas a conocer quién es Él, para que así se animen a ir más a misa». Su padre, Juan, complementa esta visión al explicar la motivación que los impulsa a participar como familia en las misiones: «Esta es la segunda vez que vamos juntos, y lo hacemos inspirados en el ejemplo de amor de los primeros cristianos. Queremos aportar a un mundo mejor, contagiando ese amor con cada acción».
La misión también incluyó brigadas médicas, entrega de medicamentos, lentes, evangelios, y momentos de formación para niños, jóvenes y adultos. Hubo celebraciones eucarísticas, Vía Crucis y unciones de enfermos, todo vivido con profundo fervor y gratitud por parte de las comunidades.

Grupo de misioneras de Guayaquil, Ecuador con niños de la comunidad
La misión continúa.
Las Misiones de Semana Santa 2025 fueron un testimonio de comunión, entrega y alegría en Cristo. Pero más allá de los números, lo verdaderamente transformador fue la experiencia del encuentro con Dios a través de los demás. Los misioneros no volvieron iguales. En sus corazones, algo cambió para siempre.
Hoy, al regresar a nuestras ciudades, la misión no termina: apenas comienza. Porque ser apóstoles de la esperanza no es algo que se hace una vez al año, sino un estilo de vida, una forma de amar, una manera de vivir con sentido.
«¡Que todos los bautizados, discípulos-misioneros de Cristo, hagan resplandecer la propia esperanza en cada rincón de la tierra!» Papa Francisco