Santidad en nuestro territorio: los primeros santos venezolanos y una misionera en Ecuador inspiran al mundo
El pasado domingo, la Iglesia universal celebró la canonización de siete nuevos santos, entre ellos mártires, religiosas y laicos, en una ceremonia profundamente conmovedora presidida por el Papa León XIV en la Plaza de San Pedro en Roma. Desde distintas realidades y épocas, cada uno de estos hombres y mujeres encarnó el Evangelio con valentía, entregando su vida al servicio de Dios y del prójimo.
Al concluir la ceremonia, el Santo Padre dirigió una invitación especial a los fieles del mundo: seguir el ejemplo de los nuevos santos para construir reconciliación en Armenia, unidad en Venezuela y dignidad para todos los pueblos.
Dos santos venezolanos: orgullo y esperanza de una nación
En Venezuela, la noticia ha despertado un profundo sentimiento de gratitud. Los obispos del país, en una carta publicada el 7 de octubre, celebraron «el gozoso acontecimiento de ver en los altares a dos hijos de su amada tierra: san José Gregorio Hernández y santa Carmen Rendiles».
Los prelados expresaron su deseo de que este momento se convierta en «un fuerte estímulo para que todos los venezolanos se congreguen y sepan reconocerse como hijos y hermanos de una misma Patria», recordando que la santidad de sus compatriotas es un faro para mirar el presente y el futuro con esperanza.
San José Gregorio Hernández: el médico de los pobres
Nacido en 1864 en Isnotú, estado Trujillo, José Gregorio Hernández fue un médico, científico y profesor universitario que unió el saber académico con una profunda fe cristiana. Estudió en París, donde se especializó en bacteriología y medicina experimental, pero regresó a su país movido por el deseo de servir a los más necesitados.
Era conocido como “el médico de los pobres” porque atendía gratuitamente a quienes no podían pagar una consulta, muchas veces dejándoles medicinas y dinero para sus necesidades. Murió trágicamente en 1919, atropellado mientras auxiliaba a un enfermo. Su fama de santidad se extendió rápidamente, y hoy es considerado uno de los grandes símbolos de solidaridad y bondad del pueblo venezolano.
El Papa León XIV lo destacó como un ejemplo de «ciencia puesta al servicio de la caridad», recordando que su vida enseña a unir fe, conocimiento y caridad.

En la foto algunos laicos de Caracas que asistieron a la canonización de los primeros santos venezolanos
Santa Carmen Rendiles: santidad en lo cotidiano
Por su parte, santa Carmen Rendiles Martínez, nacida en Caracas en 1903, fue una mujer que supo transformar la fragilidad en fortaleza. Nació sin el brazo izquierdo, pero nunca permitió que esta condición la limitara en su deseo de servir. Ingresó a la vida religiosa en 1927 y, años más tarde, fundó la Congregación de las Siervas de Jesús, dedicada a la educación y a la promoción humana en parroquias, colegios y hospitales.
Su vida fue un testimonio silencioso de fidelidad, humildad y alegría. En palabras del Papa, «su aparente debilidad se convirtió en instrumento de gracia, recordándonos que la santidad florece en la sencillez de cada día».
La canonización de estos dos venezolanos representa no solo un reconocimiento a su virtud, sino también un llamado a la unidad en medio de los desafíos que enfrenta su nación.
Una santa para Ecuador: sor María Troncatti, la caridad que sana
En el corazón de la Amazonía ecuatoriana, el nombre de sor María Troncatti sigue siendo sinónimo de servicio, ternura y valentía. Nacida en 1883 en Corteno Golgi, Italia, ingresó muy joven a las Hijas de María Auxiliadora (salesianas). Durante la Primera Guerra Mundial se formó como enfermera y atendió a soldados heridos, experiencia que marcó su vida para siempre.
En 1922 fue enviada como misionera a Ecuador, donde trabajó durante más de cuarenta años entre los pueblos indígenas shuar, en la selva oriental. Allí no solo anunció el Evangelio, sino que también ejerció la medicina, la obstetricia y la asistencia social. Con pocos medios, improvisaba remedios, construía escuelas y promovía la reconciliación entre comunidades.
El Papa León XIV la describió como «una mujer que hizo de la caridad su lenguaje universal, que no se rindió ante las dificultades, sino que las convirtió en ocasión para amar más». Su testimonio recuerda que la santidad no se mide por grandes gestos, sino por la entrega diaria, constante y alegre a los demás.
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